En mitad de la noche del Solsticio de Invierno, una chispa de luz ilumina débilmente nuestras vidas, invitándonos a brillar para todas las personas que nos importan. ¿Qué nos depara el momento más frío del año a nivel espiritual? ¿Qué energías se mueven entre la escarcha plateada, el viento gélido y las largas noches de invierno? ¿Cómo celebrar y honrar los ciclos de la naturaleza en un momento tan difícil para la vida? Cada persona lo vive de una forma muy particular, ofreciendo una infinidad de posibilidades de comprender y celebrar esta festividad. A continuación te invitamos a descubrir qué significa Yule para nosotros a través de cuatro reflexiones. ¡Esperamos que las disfrutes!
Reflexiones en torno a Yule
Una reflexión de Nuhmen Delos
Yule trae consigo una chispa de luz, la luz de la vida, en mitad de la oscuridad. Lo veo en las brillantes estrellas de las noches de invierno, en las llamas titilantes de las velas que estos días adornan nuestros hogares, en el chisporroteo de las ascuas de las chimeneas y en los primeros rayos del Sol. Aun así, para mí es un tiempo de calma, meditación y contemplación en el momento más oscuro del año. Cuando fuera los termómetros bajan en picado, la escarcha recubre la tierra y la nieve extiende su manto, siento que es momento de refugiarme para comenzar a crecer interiormente antes de hacerlo exteriormente. Al igual que las semillas, que primero desarrollan las raíces antes que sus hojas, creo que es importante pararse a pensar qué queremos conseguir y cómo podemos hacerlo.
Durante esta época del año siento que una energía especial flota en el ambiente, inspirándonos a conectar con la parte más profunda de nuestro ser. Es en Yule cuando realizo los rituales más íntimos y tiernos de todos, cubierto con gruesas capas de ropa en el lugar más frío y solitario de la casa para conectar con las energías de la festividad… y ahí es cuando la magia sucede. Cada año me viene un pensamiento, una idea o una reflexión que no me deja indiferente y que va cobrando sentido a medida que pasa el tiempo. Para mí, este es un momento de silencio, serenidad y una profunda paz interior.
Para traer a mi hogar la esencia de Yule, suelo decorar el altar con piñas y ramas de pino, además de muchas velas que enciendo al anochecer. Al lado coloco un árbol decorado con adornos de temática pagana, tales como estrellas, renos, duendes, copos de nieve y elementos naturales. Suelo decorar los marcos de las ventanas con guirnaldas de pino y lucecitas, y en los cristales pongo copos de papel hechos a mano para reflejar el frío de la estación. Finalmente, durante estos días pongo en un quemador aceite esencial de pino para impregnar las estancias de mi hogar con este olor tan característico y que asocio a las Navidades de mi infancia.
Una reflexión de Bóreos
Yule siempre ha sido una de mis festividades preferidas, porque va en sinergia con las celebraciones que el resto de personas, incluidas las no paganas, también celebran y eso me permite exhibir por más tiempo y sin tanto recelo la decoración propia de estas fechas. Es un momento lleno de tradiciones y nunca he tenido problema en incluir algunos elementos folclóricos más vinculados a lo cristiano, como villancicos o belenes, ya que no se vinculan tanto a su dogma como a estratos más populares y me encanta la energía que desprenden. Durante los años que pude celebrar esta fiesta con mi antiguo coven, teníamos tradición de preparar una magnífica cena después de nuestro ritual, en la que no faltaban la carne a la mostaza ni las gambas. Intercambíabamos regalos y hablábamos de la mitología navideña, que está poblada de montones de personajes a lo largo del mundo, aunque sobre todo conocemos los de origen europeo.
Además del Yule con mis amigos, la magia se hacía extensible a los días navideños con mi familia, ya que aún es frecuente que el día de Navidad hagamos conjuntamente algún tipo de petición ritual todos juntos. Tampoco podemos olvidar los pequeños ritos propios de Nochevieja, y la ilusión de la Noche de Reyes, llena de magia en sí misma. Ese día, los regalillos más esotéricos los achaco a la Befana, una bruja que reparte regalos en Italia pero que se pasa por mi casa algunos años a dejarme algún detalle mágico.
Una reflexión de Cris Nenúfar
Las personas que vivimos la espiritualidad dentro del camino de La Diosa —y, en general, todas las gentes paganas— utilizamos los ciclos naturales como una brújula. Giramos con la rueda del año, danzando al ritmo de las estaciones. La danza del invierno es sosegada, muy lenta, a veces casi imperceptible. El cielo se ha tornado de color gris, el viento helado se nos mete en los huesos y la nieve comienza a caer. Si salimos al campo, vemos que el invierno es la época del silencio. La naturaleza duerme, es tiempo de descanso.
Las personas no somos ajenas a la naturaleza y nuestros cuerpos nos piden que paremos. Es la época, de reposar de bajar el ritmo. Necesitamos retirarnos, introspección, espera. Asentar y procesar los aprendizajes realizados a lo largo del año. Somos la semilla latente, descansando en las entrañas de la tierra, soñando con el fuego de la primavera. Pero sabemos que para poder brotar y florecer, necesitamos primero nutrirnos en reposo, oscuridad, y silencio.
Escribía más arriba que no somos ajenas a la naturaleza, pero por desgracia nos hemos alejado de ella. En la época del año en la que más calma necesitamos, más nos estresamos. Compras, reuniones sociales, más compras, luces, abandonar el hogar, ruido, sobreestimulación. Diciembre es una de las épocas del año en las que más se deprime la gente, y yo creo que en gran parte es porque nos obligamos a llevar un ritmo totalmente opuesto al que necesitamos. Y nuestro cuerpo se queja, nos pide que nos detengamos, que le hagamos caso. Que le permitamos el placer del descanso y del recogimiento.
Porque la calma y el frío no van a durar eternamente. En el Solsticio de Invierno celebramos el retorno de la luz. Es la fiesta de la esperanza, la promesa de que el calor y la vida llegarán de nuevo. A partir de entonces, cada día tendremos un poquito más de luz. Para nuestras ancestras y ancestros era aún más significativo, pues el retorno del Sol implicaba que la tribu sobreviviría. Por eso se reunían en Yule, encendían velas y recogían muérdago y otras plantas perennes. Para llamar al Sol y a la vida.
Así que en este portal, os aconsejo que busquéis tiempo en soledad. Para pensar, para meditar lo que habéis obtenido a lo largo del año, y soñar con vuestros nuevos proyectos. No temáis a la oscuridad, al frío o al silencio. Porque el Solsticio nos enseña que es en ellos donde se tejen los deseos que podréis materializar a lo largo del año.
Gracias a Bóreos y Cris Nenúfar por animaros a participar en este proyecto y compartir vuestros pensamientos en torno a esta festividad. Sin vosotros, esto no hubiera sido posible.
Y a ti, que has leído nuestras reflexiones sobre este Sabbat, te deseo un muy feliz Yule. Si quieres descubrir el resto de entradas de Zona Arcana sobre esta festividad, puedes encontrarlas aquí.
Me ha encantado cada frase cada expresión. Volver a lo simple, íntimo, y compartirlo. Esa esencia de cada uno en comunión con la naturaleza, que por sabia nos incluye en el proceso. Y el cómo os habéis expresado me da la oportunidad de canalizar mi ser más dulce y romántico y deciros: Gracias por no solo dar datos, sino por vivir la rueda de forma auténtica.
Un saludo.
Hanna S.
Qué comentario tan bonito, ¡muchísimas gracias por tus palabras, Hanna! Siempre he pensado que la Rueda del año tiene mucho que ofrecernos, por eso es uno de los pilares de mi trabajo espiritual. Hay tantas formas de vivirla y celebrarla como personas en este planeta: ¡por eso siempre invito a descubrir nuestra propia forma de honrar los misterios del Tiempo!
Nuhmen ~