El auge de la New Age y la proliferación de series y películas de ciencia ficción ha dado lugar a una imagen distorsionada del concepto de magia. Y es que la imagen del humo del incienso elevándose a la luz de las velas mientras se recitan unas palabras a medianoche para cambiar el mundo puede resultar muy atractiva… pero hay que saber separar la ficción de la realidad.
Hace ya unos años escribí en el blog una entrada reflexionando sobre qué es la magia. Sin embargo, dada la complejidad de este concepto, puede ser interesante realizar una definición en negativo. Así pues…
¿Qué no es la magia?
No es un juego. Por mucho que nos parezca súper interesante, la magia no es eso que vemos en Harry Potter, Embrujadas, Sabrina, Sailor Moon o Sakura Card Captor. No vamos a tener aventuras extraordinarias a nuestro día a día como consecuencia de un acto mágico, ni vamos a transformarnos en archimagos o superbrujas por hacer un ritual.
No es hacer hechizos para conseguir cosas. No aparecerá dinero en nuestra cuenta bancaria por mucho que lo recitemos en voz alta mientras encendemos una vela ungida con un aceite especial. Tampoco aprobaremos un examen sin estudiar, por muchas hierbas o gemas asociadas a la sabiduría que metamos en nuestros bolsillos el día de la prueba.
No implica cambiar el libre albedrío de la gente. No vamos a conseguir amor, la amistad o el perdón de una persona por muchos rituales que hagamos. Los sentimientos entre las personas son algo que ha de trabajarse de forma consciente en el día a día mediante interés, comunicación, afecto y empatía. ¡No pueden cambiarse así como así!
No se basa en leer el futuro. Por mucho que se asocie el tarot, las bolas de cristal o las runas a la práctica mágica, las artes adivinatorias no forman parte de la magia en sí. Además, éstas están enfocadas al análisis de una situación desde un punto de vista externo, no a predecir el futuro, ya que este lo creamos nosotros como consecuencia de nuestras acciones.
No es un sustituyente de la medicina, ni una terapia complementaria o alternativa. Aunque hay quien lleva a cabo ceremonias o rituales de sanación, estos están más bien centrados en apoyar anímica o energéticamente a la persona. Ante cualquier malestar o enfermedad, hemos de ir al médico y tomar la medicación prescrita para restablecer nuestra salud.
No consiste en cambiar nuestra forma de ser o nuestra vestimenta para adoptar un aire misterioso que nos diferencie del resto de personas. Tampoco conlleva ir presumiendo de rituales o celebraciones especiales que nadie más conoce o de inundar las redes sociales con fotos de estética witchy. La verdadera magia va por dentro.
No es algo que realicen todos los paganos. La práctica mágica puede ser un punto importante en el camino de algunas personas, pero también puede ser bastante irrelevante para otras. Celebrar los ciclos de la naturaleza, honrar a nuestros ancestros o devocionar a determinadas deidades no implica el uso de la magia.
Espero que con esta entrada haya quedado un poco más claro qué es y qué no es la magia. Alinear nuestros pensamientos, sentimientos y energías para generar un cambio no tiene nada que ver con los puntos anteriormente expuestos, aunque la creciente fama de los temas mágicos en la sociedad inciten a pensar lo contrario. Muchos son los mitos y falsas ideas en torno a este concepto y seguro que se te ocurren algunas más. Para seguir profundizando en el tema, recomiendo la lectura de esta entrada de Harwe Tuileva en su blog personal: ¿Puede todo el mundo practicar magia?
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